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domingo, 8 de noviembre de 2009

Cambio de reloj


CAMBIO DE RELOJ


La inercia al cambio es un fenómeno muy común en nuestros comportamientos y en los de los gobernantes de cualquier país.
Hace más de treinta años alguien decidió que adelantando una hora en primavera y atrasando otra en otoño se ahorraba energía. Desde entonces se ha seguido aplicando esta medida probablemente por inercia, sin cuestionarla de ninguna manera.
Somos muchos los que hemos crecido (bueno, algunos no mucho) sin conocer el ciclo natural anual de aumento y decrecimiento de las horas de luz solar. Y somos bastantes los que no nos creemos que esta medida suponga un ahorro real o que consideramos que éste es mínimo en comparación al despilfarro energético que presenciamos a diario.
Despilfarro que de ser corregido nos aportaría un ahorro infinitamente mayor.
Así continuamente presenciamos aberraciones energéticas tales como:

-Que en muchos edificios púbicos y en bancos, farmacias, etc. se pasa calor en invierno y frío en verano.

-Hay un exceso de alumbrado en algunas vías o autovías.

-Las farolas de algunas calles están encendidas en pleno día y otras muchas no cuentan con bombillas de bajo consumo y además alumbran el cielo.

-En muchos edificios púbicos y privados se ven oficinas vacías con todas las luces encendidas.

-La red eléctrica es anticuada e ineficiente.

Seguro que cualquiera podría añadir muchas situaciones más a estos ejemplos y la lista sería fácilmente mucho más larga.

Al igual que está legislado el cambio de hora se podrían regular unas temperaturas máximas y mínimas en el interior de los edificios que atiendan al púbico, las características del alumbrado, así como racionalizar los horarios de trabajo y por supuesto invertir en renovar la distribución eléctrica….
Por cierto….¿Alguien se acuerda del billón que recibieron las eléctricas para dicha tarea?

Por todo eso hace años que no cambio la hora.
Cuando llega el último domingo de octubre retiro los relojes con la hora de verano y pongo otros con la hora de invierno. La hora extra de la que disfrutamos ese día la empleo en esa tarea.
Es el precio que pago con gusto por esa pequeña rebeldía.